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miércoles, 11 de marzo de 2015

Promesas


Imagen tomada de www.img.irtve.es

CUARTO CRECIENTE
Diario de León Jueves, 26 de febrero de 2015

Puedo prometer y prometo.., decía Adolfo Suárez en uno de sus discursos más célebres. Y la expresión —pronunciada por un hombre encumbrado a su muerte como padre de la patria por los mismos que primero quisieron encerrarle en el ostracismo y después construyeron en torno a él uno de los mitos de la Transición— suena como un eco en la cabeza de los españoles después de escuchar las intervenciones de nuestros políticos durante el Debate sobre el estado de la Nación.
 
Prometo crear tres millones de empleos en los próximos cuatro años, ha dicho Mariano Rajoy en el Congreso. Y la pregunta que muchos nos hacemos es si el presidente puede prometer lo que promete. Especialmente después de que haya incumplido casi todo lo que anunció hace tres años, cuando se presentó a las elecciones generales con un programa de gobierno B, el que nos ha conducido al austericidio, que ocultó deliberadamente.
 
«Su gestión ha sido un fraude», le ha dicho a Rajoy, por su parte, el líder del principal partido (todavía) de la oposición, el socialista Pedro Sánchez. Y tampoco faltó una promesa en su boca. El PSOE traerá «la España de las oportunidades, con una recuperación justa y una política limpia», prometió después de reprocharle al presidente sus promesas falsas, los duros recortes sociales, los sobresueldos en su partido y que su particular forma de entender la regeneración democrática sea «golpear a martillazos el ordenador de Bárcenas».
 
«Vamos a cerrar el grifo corrupto que lleva el dinero de lo público a lo privado», ha prometido Alberto Garzón. Y los cronistas aseguran que si Pablo Iglesias, el líder de la oposición emergente, hubiera estado en el Congreso en lugar del portavoz de Izquierda Unida, hubiera prometido algo parecido.
 
La última pregunta que me hago es si puede Podemos prometer lo que promete Garzón desde su escaño antes de que la corrupción vacíe los depósitos del Estado. Y poder, puede, claro. Otra cosa es que aquellos que han puesto la mano en el grifo del que fluye el dinero, el que aportamos cada año los españoles con nuestros impuestos, les cedan el paso sin hundir antes su reputación. 

lunes, 2 de marzo de 2015

El día en que Azaña caminó por la Calle del Agua


Manifestación a favor de Azaña. Villafranca, febrero de 1936. Foto. A. PARRA

Diario de León. Domingo 1 de marzo de 2015

Ocurrió un 17 de septiembre de 1932. La República era joven, los viajes por carretera más largos y Manuel Azaña presidía del Consejo del Ministros y se encargaba de la cartera de Justicia. A la una de la tarde, y en una escala de un viaje «de riguroso incógnito» a Galicia, Azaña y su mujer se detuvieron en Villafranca del Bierzo. Y les recibió una verdadera multitud de vecinos que marchó a su encuentro por el viaducto de hierro para darles una calurosa bienvenida


De aquella escena entusiasta quedan unas pocas líneas en periódicos como La Libertad y quién sabe si algunas imágenes por descubrir tomadas por el fotógrafo de la localidad Antonio Parra, autor de otras fotografías históricas de apoyo a Azaña como  las de la manifestación que recorrió la villa en febrero de 1936, un mes de triunfo para el Frente Popular, y cuyo rastro se pierde al estallar la Guerra Civil. El paradero de Parra, que también retrató al último alcalde republicano de Villafranca, Antonio Gabelas —fusilado tras un juicio sumario y recién rehabilitado— es hoy un misterio, hasta tal punto que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha comenzado a buscar las huellas del hombre que fotografió la histórica manifestación que aquel febrero húmedo llenó el viaducto del Burbia de banderas tricolores y carteles de apoyo a un político que cuatro años atrás ya había caminado por la Calle del Agua en medio del fervor popular. 


Que Antonio Parra es un misterio por resolver lo dicen todos los que se han acercado a sus fotografías, desde el vicepresidente de la ARMH, Marco González, hasta el nieto de Gabelas, el cirujano Manuel Juaneda-Magdalena Gabelas. «Es como si se hubiera esfumado al llegar los nacionales», asegura el médico.

La represión dejó 61 asesinados y 110 encausados en procesos militares en Villafranca del Bierzo, una población que pagó caro su respaldo a líderes como Azaña. El jefe del Gobierno y futuro presidente de la República durante la Guerra Civil había recalado en la villa cuando se desplazaba  por carretera a La Coruña en viaje privado junto a sus esposa, María Dolores de Rivas Cherif, en los últimos días del verano de 1932. «Numeroso público acudió a recibirlos tributándoles una entusiasta acogida» cuando se detuvieron a almorzar, contaba La Libertad para reflejar la ilusión que despertaban los cambios sociales que traía la República. «Los señores de Azaña —decía el periódico— fueron obsequiados con un concierto, mientras almorzaban, por la Agrupación La Rondalla. Como los vítores y aplausos continuaban, el jefe del Gobierno se vio obligado a asomarse al balcón para corresponder al entusiasmo de la muchedumbre». Y hubo más. «Una comisión femenina integrada por jóvenes de las distintas clases sociales —continuaba el redactor— obsequió a la señora Azaña con un magnífico ramo de flores».

Fue entonces cuando el político, recibido como una suerte de mesías laico, se dio un paseo por Villafranca. «Terminado el almuerzo, el jefe del Gobierno manifestó su deseo de visitar la antigua Calle del Agua, hoy de Ribadeo, la cual recorrió seguido de todo el vecindario. Se detuvo a admirar sus monumentos, también la casa donde nació Enrique Gil y Carrasco. Luego estuvo en los jardines públicos y seguidamente se dirigió a su automóvil para reanudar el viaje. Antes entregó una importante cantidad de dinero para los pobres».
 
Cuatro años después, Antonio Parra, que tenía su estudio en la calle Arén, tomó varias imágenes que revelaban el buen recuerdo que había dejado Azaña. La ARMH ha podido rescatar dos fotografías hasta el momento, una de ellas en manos de su presidente, Emilio Silva, donde se aprecia a su padre a los nueve años, portando un cartel en el que reclama un grupo escolar. Los familiares de Gabelas también conservan otras tres con el sello de Parra, dos de ellas reproducidas en este reportaje.
 

El alcalde Antonio Gabelas (sentado izquierda) con unos amigos en el estudio
de A. Parra. Sostiene el cuadro con fotos el teniente de alcalde Camilo Meneses,
también fusilado el 21 de septiembre de 1936 junto a toda la corporación de Villafranca.
FOTO A. PARRA
Lo que sucedió con su autor después de 1936 es una incógnita que nadie en Villafranca ha podido resolver. Su rastro como fotógrafo tampoco aparece en ningún archivo, ni hemeroteca, confirma Silva. «Es como si lo hubieran borrado del mapa». Pero la ARMH aún tiene esperanzas de que todavía se encuentren sus negativos. «Igual que apareció una maleta de Capa, puede haber una maleta de Parra», concluye Silva.

 

 

Fotografía sin restaurar que Modesta Santín, viuda de Emilio Silva Faba, escondió
doblada y protegida por un plástico en la rendija de la pared de su casa en Pereje.
 Su hijo Emilio Silva Santín sostiene la pancarta que pide un grupo escolar.
Villafranca del Bierzo, febrero de 1936. FOTO A. PARRA


Una imagen escondida en la rendija de una pared 45 años


La fotografía estuvo escondida durante casi medio siglo en una rendija de la pared, en la vivienda de Modesta Santín en Pereje. Santín, viuda del comerciante de Villafranca Emilio Silva Faba, propietario del almacén de coloniales La Preferida y abuelo del presidente de la ARMH, Emilio Silva Barrera, tenía la imagen de la manifestación de 1936 doblada y protegida por un plástico. No la sacó de su escondite hasta unos años después de la muerte de Franco y quemó otra en la que su marido aparecía con el propio Azaña, recuerda su nieto. La imagen es un pedazo de historia y recoge el inicio de la manifestación, con Emilio Silva Santín, hijo del comerciante, portando un cartel en la que reivindicaba un grupo escolar para Villafranca. Banderas republicanas y otras pancartas que bien podrían haber salido de una manifestación actual como la que denunciaba «a los ladrones del tesoro nacional» aparecían en la imagen, con la ventana de La Preferida al fondo. Cuatro años después, asesinaban a Emilio Silva Barrera y lo enterraban en una cuneta en Priaranza del Bierzo.
  

Antonio Gabelas, con su familia. FOTO A. PARRA


Catalá rehabilita al alcalde fusilado


Lo firma Rafael Catalá, ministro de Justicia, y dice lo siguiente: Ha quedado acreditado que don Antonio Gabelas Álvarez, alcalde de Villafranca del Bierzo, sufrió las consecuencias de la Guerra Civil, siendo condenado en sentencia dictada en Consejo de Guerra el 12 de septiembre de 1936 en Ponferrada (León) por un delito de rebelión militar a la pena de muerte y fusilado el 21 de septiembre de 1936 en Ponferrada. Y visto que Don Antonio Gabelas Álvarez tiene derecho a obtener la reparación moral que contempla la Ley 7/2007, de 26 de diciembre, mediante la cual la Democracia española honra a quienes injustamente padecieron represión o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura, expide a su favor la presente declaración de reparación moral y reconocimiento personal. 
 
«Es una revocación de la condena a muerte», explicaba ayer el nieto de Gabelas, Manuel Juaneda, satisfecho porque la figura de su abuelo ha sido rehabilitada de forma oficial por el Gobierno 78 años después de ser fusilado junto a toda su corporación. La reparación moral, fechada el pasado 23 de octubre, ha sido una de los primeros documentos firmados por Catalá a su llegada al ministerio.
 
Gabelas sólo fue alcalde unos meses, desde las elecciones de febrero de 1936 al estallido de la guerra. Carpintero de profesión, pertenecía a la Unión Republicana integrada en el Frente Popular. Llegó a dimitir cuando el clima político se enrareció, pero el gobernador civil no lo aceptó. Cuando lo detuvieron, en los días posteriores a la rebelión militar, le acusaron de sedición por haber requisado todas las armas que pudo encontrar para evitar enfrentamientos. De nada sirvió que intercedieran por él las mujeres de los guardias civiles de Villafranca, a las que defendió cuando el cuartel se vació de agentes, movilizados para levantarse en armas contra la República en Ponferrada.