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jueves, 20 de noviembre de 2014

Monterías

Cartel de la película de Berlanga, que no pierde actualidad.

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 20 de noviembre de 2014

Se reunían en fincas de nombres castizos; La Parrilla, La Solana y El Collado de San Benito. Desayunaban migas con huevos fritos. Después sorteaban los puestos de caza. Soltaban a los perros, que ladraban por el monte detrás de los corzos y de los ciervos. Disparaban a los astados con sus escopetas. Y cuando ya se habían cobrado suficientes piezas, se fotografiaban con los cuernos de los venados muertos a sus pies.
 
Entre medias hacían negocios.


Aquello costaba dos mil euros por persona. Lo pagaba todo una constructora, que invitaba a promotores inmobiliarios, y dirigentes del PP, incluido un antiguo presidente del Senado. Pero resultaba una buena inversión si de aquella verbena salía una jugosa adjudicación de parcelas por valor de 600.000 euros.

Berlanga no lo hubiera contado mejor.

El problema es que todas esas monterías que investiga ahora la Operación Púnica ocurrieron ayer y recuerdan peligrosamente a las del tardofranquismo que veíamos en La escopeta nacional.

Pasan los años y los negocios se siguen haciendo en los palcos de los estadios, en los reservados de los restaurantes y en el monte, después de matar unos ciervos.

No es de extrañar que sea este Gobierno, que tan poco ha hecho por atajar los malos hábitos del régimen anterior —el «¿qué hay de lo mío?», que aún le preguntaban a Manuel Fraga a los postres de aquellas cenas en un restaurante de Villafranca del Bierzo con las que cerraba alguna que otra jornada de pesca en el Burbia— este Gobierno cercado por los escándalos de corrupción que afectan a su partido, que concede prioridad a los cazadores frente a los senderistas que pasean por el monte, el que ha levantado la protección a los parques nacionales, entregados al capricho de los grandes propietarios con fincas y mansiones dentro de su perímetro.

De nada ha servido que once de los quince directores de estos espacios se hayan quejado. Lugares como el Parque Nacional de Cabañeros quedarán abiertos a las grandes cacerías, a las grandes monterías. Y ya no tenemos a ningún Berlanga que nos cuente lo que pasa cuando callan las escopetas.

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