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viernes, 18 de julio de 2014

El sastre del Titanic (1)

Dos niños en un bote. Cadáveres en el mar. El barco más lujoso del mundo, que se ha ido a pique. Y gritos de náufragos que se ahogan o mueren de frío en el agua. Así comienza esta historia real...


"...los subieron al Carpathia en una bolsa de lona."
ILUSTRACIÓN DE PABLO J. CASAL

Un relato de Carlos Fidalgo
Ilustrado por Pablo J. Casal

Capítulo Primero
 
A Lolo y a Momom los subieron al Carpathia en una bolsa de lona. Un enjambre de cuerpos flotaba sobre el mar, a nueve millas de la costa de Terranova. Y las lanchas salvavidas delTitanic parecían espigas rotas, desperdigadas en la zona del naufragio.
 
Amanecía.
 
Los dos niños no eran conscientes de lo que había sucedido. A su alrededor, botes a medio ocupar o con cadáveres de pasajeros fallecidos de hipotermia se acercaban lentamente al Carpathia. Grandes bloques de hielo velaban a los muertos en la lejanía. Y la corriente arrastraba algunos cuerpos congelados de tripulantes y viajeros que no habían encontrado un hueco en las lanchas y se habían arrojado al agua.

Ajenos a todo, los dos hermanos comían bizcochos envueltos en mantas de lana y se reían a carcajadas cada vez que el perrito blanco que la hija de un banquero norteamericano había colado a bordo les lamía la cara.

Luego jugaréis con él”, les dijo la pasajera de primera clase Margaret Hays, acomodándoles en la lona. Y los pequeños disfrutaron tanto mientras los marineros del Carpathia izaban la bolsa con una polea y unos cabos que no echaron de menos al perro.

***

En la cubierta, y cogidos de la mano, a Lolo y a Momom les preguntaron por sus nombres, qué había sido de sus padres, y si les esperaba alguien en Nueva York. Pero los niños, que apenas tenían dos y cuatro años de edad y sólo hablaban malamente el francés, no entendieron lo que les decían aquellos hombres y se quedaron callados, abrigados en sus mantas de lana, mientras echaban en falta a su padre.

***

Yo me haré cargo de ellos”, se ofreció Margaret Hays, que había subido al Carpathia por una escala junto al resto de pasajeros del bote y todavía estaba conmocionada por los gritos que se habían escuchado en el mar durante los minutos posteriores al hundimiento. “Se lo prometí a su padre”, añadió. Y el oficial que había hecho un último esfuerzo por entenderse con los niños asintió con la cabeza.

Son suyos, señora”.

Al día siguiente, Hays y los dos pequeños desembarcaban en Nueva York y los empleados de la White Star Line, la naviera delTitanic, rastreaban en el listado de pasajeros, descubrían que los niños eran hijos de Michel Hoffman, y comenzaban a buscar a su familia entre la comunidad judía de Francia.

Continúa...



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