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jueves, 5 de junio de 2014

Anatomía de un titubeo

 
El Rey, en un sello de 1977
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 5 de junio de 2014
 
El Rey de España decidió dejar de serlo el día de su cumpleaños. De pie, frente a un atril colocado por dos ujieres en el salón del trono del Palacio Real, delante de la cúpula del Ejército, del presidente del Gobierno y los ministros de Defensa e Interior, y escrutado por decenas de periodistas que cubrían su primer acto oficial fuera de La Zarzuela después de su segunda operación de cadera, perdió el hilo de su discurso, titubeó y soltó un resoplido.
 
Era el Día de la Pascua Militar. El día que cumplía 76 años —39 en el trono—, y al Rey, apoyado en dos muletas, le costaba moverse. Le costaba permanecer de pie en medio de la incomodidad que causaba su dificultad para leer. Las letras, demasiado grandes, no le ayudaban a entonar porque no veía el final de las frases. Y el atril estaba mal iluminado.
 
El Rey se equivocó. Balbuceó. Se corrigió a sí mismo y su discurso se volvió ininteligible. Y ese fue el instante en que, cansado del desgaste de su reinado, roto el cordón sanitario que le mantenía a salvo de las críticas de los medios tras su escapada a Botsuana para cazar elefantes, decidió que dejaría de reinar.
 
 
 
 
El Rey de España anunció su deseo de ceder la corona a su hijo una semana después de las elecciones europeas. Los dos partidos mayoritarios habían iniciado su retroceso, pero todavía le garantizaban el respaldo necesario para que la abdicación no pusiera en peligro la monarquía. Las plazas se llenaron de republicanos a la caída de la tarde. Afloraron las voces que pedían un referéndum sobre la jefatura del Estado. Y el presidente del Gobierno, consciente de que aún le sostenía una mayoría absoluta de diputados, animó a los descontentos a promover una reforma constitucional condenada de antemano al fracaso.
 
El epílogo de este relato lo escribió la reina en Nueva York, donde, en viaje oficial, aseguró a los periodistas que «todo seguirá igual» en España cuando el Rey se haya ido.
 
Emulaba así la famosa frase de Lampedusa en El gatopardo: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie». Y por eso a los súbditos de este reino no nos dejan decidir si queremos dejar de serlo.
 
El Rey, en un sello de 2005.
 

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