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jueves, 22 de mayo de 2014

Realismo mágico

 
Cartel promocional  del turismo en Colombia.
 

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 22 de mayo de 2014
 
Hay una frase de Cien años de soledad que me está dando vueltas en la cabeza. Justo antes de los asesinatos de dieciséis de los diecisiete hijos bastardos del coronel Aureliano Buendía, marcados todos en la frente con una cruz de ceniza imborrable, Gabriel García Márquez escribe: «Las autoridades locales, después del armisticio de Neerlandia, eran alcaldes sin iniciativa, jueces decorativos, escogidos entre los pacíficos y cansados conservadores de Macondo». El armisticio de Neerlandia, hay que recordarlo, había acabado con las largas guerras entre conservadores y liberales y el escritor pone en boca del coronel Aureliano Buendía, el mismo que nunca olvidó la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, una expresión que resume su desencanto porque después de una vida dedicada a la revolución sólo había conseguido que no les pintaran las casas de azul en Macondo: «Este es un régimen de pobres diablos».
 
Pues eso.
  
El nuestro es un régimen de pobres diablos. Tenemos nuestro tratado de Neerlandia; la Transición, que puso fin a cuarenta años de dictadura, pero resucitó el turno de partidos y no cambió los hábitos clientelares de una parte de nuestra clase dirigente, que abrazó la democracia en una pirueta tan increíble como la ascensión a los cielos de Remedios la bella; tenemos nuestros alcaldes sin iniciativa, escogidos por los líderes de los partidos entre los más pacíficos y cansados aspirantes a políticos para que no les hagan sombra; nuestros jueces decorativos, mal que les pese, porque no les conceden los medios adecuados para luchar contra el fraude y la corrupción; y tenemos nuestras elecciones aletargadas, donde se habla de todo menos de lo que de verdad importa, que es cómo cambiar la política que ha hundido a Europa en la depresión económica, quizá porque los dos grandes partidos, que primero nos indignaron y ahora nos tienen aburridos y desanimados, saben que les beneficia la abstención.
 
No sé lo que harán ustedes, pero yo ya tengo mi voto preparado y el domingo no me voy a quedar en casa leyendo historias de Macondo, por mucho que me guste el realismo mágico.

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