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jueves, 13 de marzo de 2014

La conspiración


Primera página de 'El País', 12 de marzo de 2004

 
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 13 de marzo de 2014

Hay víctimas del 11-M que no murieron en los trenes. Un panadero de Pamplona, Ángel Berrueta, que perdió la vida el 13 de marzo. Y Magdalena, la mujer del comisario de Vallecas Rodolfo Ruiz, que falleció cuatro años después de los atentados.

A Berrueta lo mataron de cuatro disparos y una cuchillada en el hígado por negarse a colocar en su panadería un cartel que acusaba a ETA. Magdalena se suicidó, incapaz de soportar la campaña de acoso que sufrió su marido, falsamente acusado por los impulsores de la teoría de la conspiración —aquella patraña que defendía, recuerden, que hubo un complot para desalojar al PP del Gobierno— de ser cómplice de los terroristas, de alterar pruebas y de inventarse la existencia de la mochila bomba que condujo a los autores de la masacre.

Con ellos no se ha hecho justicia.

Diez años después, no sólo sabemos que ETA no tuvo nada que ver. También conocemos que la invasión de Irak tampoco. Los atentados ya estaba programados antes y fueron una venganza por el desmantelamiento de células yihadistas, según cuenta el que fuera asesor antiterrorista del Ministerio del Interior, Fernando Reinares, en su libro ¡Matadlos!, al que ha dedicado cinco años de investigación y con el que desmonta los bulos del 11-M.

Pero todavía hoy, cumplido el décimo aniversario de la tragedia, los conspiranóicos que instrumentalizaron el dolor y dividieron a las víctimas continúan sin pedir perdón. Y seguimos escuchando voces que alientan infundios, como la del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que insiste en que aún no se sabe quién perpetró la matanza, o la del ya ex presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, que se ha despedido de su cargo afirmando que los terroristas tenían «oscuros objetivos de poder».

No sé lo que pensarán ustedes, pero yo tengo muy claro cuál fue la verdadera conspiración del 11-M; el Gobierno del PP tuvo miedo de perder las elecciones si se difundía que el terrorismo islamista estaba detrás de los atentados, y finalmente las perdió cuando supimos que había intentado engañarnos a todos echándole la culpa a ETA.


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