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sábado, 28 de diciembre de 2013

Involución

Así anunciaba The Economist uno de sus reportajes sobre la economía española
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 26 de diciembre de 2013
 
Pienso en todo lo que ha cambiado este país en el último año y no lo reconozco. Hoy tenemos menos derechos y menos libertades que hace doce meses. Y no ha estallado ninguna revolución.
 
Tenemos sueldos más bajos. Impuestos que gravan el consumo. Copago sanitario. Menos becas, matrículas más caras, universidades que se van convirtiendo en coto cerrado de quienes pueden pagarse una educación superior y que ahora tendrán menos rivales a la hora de competir por los empleos mejor remunerados. Subvenciones para colegios concertados que separan a los niños de las niñas. Colegios públicos que piden dinero a sus alumnos para pagar las fotocopias. O racionan la calefacción.
 
Tenemos empleos más precarios, despidos más baratos con la excusa de flexibilizar el mercado de trabajo. Tenemos seis millones de parados. Empresas sin crédito. Bancos sin ética que estafan a sus clientes más ancianos. Una Justicia alejada de los bolsillos vacíos.
 
Tenemos al jefe del Estado cuestionado, entre safaris y operaciones de cadera. Tenemos a la infanta rozando la imputación y a su marido con un pie en la cárcel. Tenemos al presidente del Gobierno asediado por el tesorero de su partido, que está en prisión, y la sospecha de que el dinero negro y las donaciones de empresarios en busca de favores han sido una práctica constante.
 
Tenemos jueces sin medios parra llegar a fondo de la corrupción. Demasiadas manos sucias. Y una manta de enorme de clientelismo y complicidades que lo tapa todo.
 
Y tenemos, finalmente, menos libertades. Un gobierno que no se siente aludido cuando la gente se queja y que ha pasado de dar la callada por respuesta a promover una Ley de Seguridad más restrictiva y recuperar el camión botijo. Ya es mala suerte que una de las pocas promesas que van a cumplir convierta en delito el derecho de la mujer a decidir si quiere continuar con un embarazo.
 
Y lo peor de todo es que vivimos otra vez acomplejados. Nos quieren hacer creer que la crisis es culpa nuestra. Si lo consiguen, habrán culminado la mayor involución que ha sufrido nuestro país desde la victoria de Franco.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Un mal sueño

 
Esto es una estrella. Y lo que vas a leer a continuación, un cuento de Navidad...
Foto: Wikipedia.
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 12 de diciembre de 2013
 
Se me ocurrió acercarme al centro de una ciudad grande, qué más da el nombre, y hacer tiempo paseando por una de esas calles peatonales llenas de escaparates y tiendas. Los clientes se apretaban a la puerta de una gran superficie, ansiosos por consumir en los días previos a la Navidad, y ya comenzaba a arrepentirme cuando se elevó un griterío entre la multitud.
 
Enseguida apareció el monstruo. Un mastodonte blindado, con rejillas en los faros y el parabrisas protegido contra los impactos, y un cañón de agua que lanzaba ráfagas heladas al cogote de la gente. Y la gente corría.
 
Parapetado bajo el alero, distinguí una pancarta en medio de la marea humana que se desbocaba calle abajo. Se quejaban por la bajada de sueldos, y los recortes en educación, y el copago sanitario, y el aumento de los impuestos. Y el agua a presión ahogaba sus gritos.
 
Crucé los dedos. El chorro pasó de largo. Y ya creía que me había librado cuando el camión se detuvo, alguien en su interior debió pensar que tenía cara de culpable, y el cañón de agua me alcanzó de lleno.
 
A duras penas me levanté, empapado, y encontré fuerzas para refugiarme en el interior del establecimiento. Pero me topé con un guarda jurado. Tuve que dar la vuelta y salir huyendo.
 
No llegué muy lejos, el guarda me alcanzó en mitad de la calle. Forcejeamos. Y al momento llegaron dos policías y me esposaron.
 
Desperté. Empapado. La almohada húmeda de sudor. El corazón agitado. "Ha sido un mal sueño", me dije mientras observaba las manchas del techo del cuarto. Entonces encendí la radio y escuché cómo el locutor informaba de que el Ministerio del Interior va a comprar un camión botijo para reprimir a la gente que se queja. Y el locutor, que era un valiente, decía que no dejaba de resultar una paradoja que el Ministerio dedicara medio millón de euros en un instrumento para reprimir las protestas de quienes no están de acuerdo con la forma en la que el Gobierno se gasta el dinero de nuestros impuestos.
 
Apagué la radio, dejé de observar el techo, e hice un esfuerzo para cambiar de sueño.
 

Tanqueta blindada que ya usa la Policía Nacional. Foto extraída de la Wikipedia.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

La pena de Morayma


Árabes caminando bajo la tempestad, de MARIANO FORTUNY


UNA TUMBA EN LAS ALPUJARRAS Y UNA CÁRCEL DE ARENA


Una laja en Las Alpujarras. Y un puñado de arena en una playa de Salobreña. El cuarto y el quinto relato de Tierra adentro y otros cuentos de naufragios están ambientados en el antiguo reino nazarí de Granada.

La pena de Morayma cuenta el exilio del sultán Boabdil y su esposa a Las Alpujarras tras la derrota con los Reyes Católicos. El cuento habla de las barreras entre hijos y padres y de cómo algunos reencuentros llegan de la forma más inesperada.

El rey de arena relata la historia de un sultán encerrado en una playa y supongo que es una metáfora de las ataduras que sufrimos todos. Por lo demás, Muhammed VIII fue un sultán de veinte años que sufrió las conspiraciones de los abencerrajes y que vivió unas décadas antes de Boabdil.

He reescrito La pena de Morayma para la edición de Tierra adentro. Una primera versión apareció publicada en el verano de 2011 en el suplemento literario El Filandón de Diario de León. Le he quitado más de una viruta, especialmente al comienzo del relato. El rey de arena es una narración inédita.

Ambos relatos son mis dos Cuentos de la La Alhambra particulares. Sin duda, están influenciados por la obra de Washington Irving, y también por las leyendas de Bécquer. Los dos, especialmente el segundo, fueron libros que me acompañaron cuando me tomé en serio la escritura. Y han dejado poso.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Santo Mandela

Melson Mandela, portada de The New Yorker
  
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 12 de diciembre de 2013
 
Ahora que Mandela ha muerto y todo el mundo lo ha lamentado, no debemos preocuparnos por nada. Todos estamos de acuerdo en que fue un gran hombre. Y todos, sin duda, vamos a seguir su ejemplo.
 
Ninguno de nosotros volverá a colarse en el metro. Nunca más robaremos novelas en las librerías. Ni dejaremos de pagar la cuenta del supermercado o las consumiciones en el bar cuando no nos inviten los amigos.
 
Mandela era un hombre honesto y todo el mundo lo ha reconocido. Mandela, seguro, pagaría el IVA de las obras de reforma del baño. Mandela no defraudaría a Hacienda. Tampoco compraría un piso con dinero negro. Ni emplearía a ningún trabajador sin regularizar. No, Mandela no alentaría la economía sumergida. Ni explotaría a sus semejantes.
 
Ahora que Mandela es un santo laico. Un revolucionario admirado en los cinco continentes. Ahora que todo el mundo lo ha visto, no será necesario denunciar a los bancos para que devuelvan el dinero de las preferentes. Ni recurrir a Stop Desahucios para no perder la casa.
 
Podemos esperar, sin duda, que el Gobierno renuncie a los recortes. No son justos. Incluso Rajoy, que ha reconocido la altura moral de Mandela y viajó a Sudáfrica para asistir a sus funerales, convertidos en una fiesta, acaba de anunciar en una entrevista que el Estado del Bienestar es irrenunciable. Mandela le guiará para que en nuestro país contemos otra vez con un instrumento redistribuidor de la riqueza, que elimine las desigualdades sociales y garantice una oportunidad a los hijos de la clase media y de la clase obrera.
 
Y podemos dar por suprimida la reforma laboral porque es injusta, y las tasas judiciales, porque alejan la justicia de las clases populares. La seguridad privada no patrullará las calles. Es posible que reabra el Canal 9, pero sin enchufados. Bárcenas, seguro, se pudrirá en la cárcel, porque ha sido malo, imputarán a la infanta Cristina, caerá la monarquía, y, por supuesto, el Gobierno quitará las concertinas de la valla de Melilla para que nuestros hermanos que tienen el color de la piel de Madiba no se corten las manos cuando vengan desde el corazón de África buscando nuestra ayuda.

martes, 10 de diciembre de 2013

El dilema


Chéjov, quién sabe si resolviendo algún dilema.
Retrato de OSIP BRAZ que puede encontrarse en la Wikipedia.
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 5 de diciembre de 2013
 
Si el alma humana fuera un reloj, Chéjov sería su relojero, leo en un periódico de Madrid que informa sobre la edición completa de los cuentos del autor ruso traducidos al castellano. Y me pregunto qué relato escribiría Chéjov sobre nosotros. Sobre nuestra sociedad y nuestras costumbres. Nuestras miserias y nuestras incertidumbres. A veces pienso que sería un cuento vacío.
 
Zapatero también publica estos días un libro. Lo ha titulado El dilema y nos habla de sus dudas. Explica nuestro ex presidente leonés del Gobierno cómo le desveló el arranque de la crisis en la que estamos inmersos. Cómo la noche del 12 de mayo de 2010, presionado por Ángela Mérkel, por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Central Europeo, traicionó su ideario para abrir la veda de los recortes y atajar el problema de la deuda. Y cómo tragó sapos y carretas y sacrificó su carrera política y las expectativas electorales de su partido para evitarle a España un rescate como los que han sufrido Grecia y Portugal, que en lugar de reflotar sus economías, se han convertido en un lastre.
 
 
Portada del libro de Zapatero sobre sus 600 días de vértigo.
Foto: PLANETA
  
Después de leer el prólogo de El dilema, donde el ex presidente viene a reconocer que nos debía una explicación a los españoles, me vienen muchas preguntas a la cabeza; ¿por qué ha esperado tres años para contarlo?, ¿por qué lo hace en un libro?, ¿por qué nos obliga a comprarlo para conocer sus razones?, ¿por qué no nos informaron sus compañeros del PSOE antes de las elecciones?, ¿para qué sirve el Congreso si no le cuentan toda la verdad?, ¿y para qué votamos, si nadie nos dice lo que está pasando en realidad?
 
Yo ya lo tengo claro. Las leyes las dictan hoy los mercados. Los mercados han logrado cambiar nuestra Constitución. Y los representantes que elegimos democráticamente se han quedado sin margen para hacer política y ni siquiera se atreven a consultarnos en un referéndum.
 
Hemos perdido soberanía, sin duda. Nuestro destino está en manos de instituciones a las que no votamos. Y tenemos un ex presidente del Gobierno que una noche vendió su alma al diablo y ahora ha escrito un libro para silenciar al tic tic que no deja de sonar en su cabeza.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La náusea del mar


Oficiales del Serpent, en una foto que revela el paso del tiempo

LOS NÁUFRAGOS DE LA ENSENADA DEL TRECE

Durante días, el mar arrojó cadáveres mutilados hacia las rocas de la Costa de la Muerte. A la Ensenada del Trece llegaron, de milagro, los tres únicos marineros del Serpent que sobrevivieron al naufragio. De Luxton y Burton (Gould no aparece en el texto), de lo que vieron en la playa, de lo que dejaron en el mar, habla el tercer relato de Tierra adentro y otros cuentos de naufragios, titulado La náusea del mar. Después de dos narraciones inéditas, el libro incluye un texto que podéis encontrar en este blog y que apareció publicado en papel en el suplemento Filandón de Diario de León y en la revista Luvina, de la Universidad de Guadalajara (México).


El naufragio del Serpent, en un grabado de la época

Ocurrió el 10 de noviembre de 1890. El mar se tragó aquel día a ciento setenta y dos de los ciento setenta y cinco miembros de la tripulación del buque escuela HMS Serpent, que había partido de Plymouth en ruta hacia el Cabo de Buena Esperanza. Un error de navegación lo hizo embarrancar en los rompientes de la Punta de Boi, en Camariñas, y todos los intentos por arriar los botes fracasaron porque el oleaje los astilló contra las rocas. El mar se tragó los cadáveres de la tripulación y después los devolvió a la costa, desmembrados.

Los tres supervivientes eran los únicos marineros que llevaban puestos tres de los escasos veinticinco chalecos salvavidas que había en el barco. Narrado en primera persona, el cuento habla de la fragilidad de la condición humana. Al día de hoy, el Cementerio de los Ingleses donde enterraron los cuerpos que aparecieron en la playa, se ha convertido en un atractivo turístico. 

martes, 3 de diciembre de 2013

Cuchilladas

 
Valla de concertinas del las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos.
Foto: Nicholas Phelps

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 28 de noviembre de 2013

La tierra es cuadrada. Las nubes son montañas de algodón que cuelgan de los cielos. Y el hombre es bueno por naturaleza.

La tierra es infinita. Las estrellas son antorchas que encendieron nuestros ancestros el día que murieron. Y cuando tiritan azules a lo lejos es porque algún poeta escribe versos con ellas.
 
El mar es una balsa de aceite. Las fronteras son murallas que nos protegen de peligros desconocidos. Y las cuchillas sólo erosionan el alma.
 
Por el mar corren los peces, vaya, y por el monte nadan las ballenas. Y los lobos comen hierba, y las sardinas son amigas de los arenques, y nuestro presidente necesita un informe para saber si las concertinas de la valla de Melilla le hacen daño a la gente.
 
El cambio climático no existe. La pobreza es un bulo. Irak todavía esconde armas de destrucción masiva en el desierto. Y las concertinas "son un elemento pasivo" y "no agresivo", dice un ministro que no se pierde una misa, pero que ha olvidado que las palabras piedad y acogida tienen un significado para los cristianos.
 
La economía va bien. España se recupera. La reforma laboral es un éxito. Las pensiones crecen. El Estado no puede sostener a un pelotón de vagos y maleantes con el subsidio de desempleo. Y la inmigración es una amenaza.
 
Los que protestan en la calle son una minoría revoltosa. Los que protestan en el Congreso son terroristas callejeros, que socavan las instituciones. Y los inmigrantes son salvajes que vienen del corazón de África para quedarse con nuestro dinero.
 

Voluntarios recogiendo chapapote. Foto STEPHANE M. GRUESO


Del Prestige sólo salieron "unos hilillos de plastilina". Nadie es culpable. De hecho, el chapapote no es negro. Y el petróleo tampoco contamina.
 
La tierra es plana. Dios creó el mundo en una semana. Adán mordió la manzana de Eva. Y las concertinas no causan cortes profundos. Si acaso, estimulan las cuerdas vocales de los inmigrantes que huyen de la miseria y no se han dado cuenta de que un "elemento disuasorio" les separa de Europa. Quizá por eso, alguien les ha puesto un nombre que recuerda al de un instrumento de música.

lunes, 2 de diciembre de 2013

El monedero de Nelson

 
La batalla de Trafalgar, pintada por Juan Vallejo


VEINTIÚN MONEDAS, TRECE VOLCANES, DOS MUJERES, UN DISPARO

Nelson murió con veintiún monedas en el bolsillo. Lo hizo en la enfermería del Victory, el buque insignia de la flota británica que derrotó a franceses y españoles en la batalla de Trafalgar, mientras sus hombres empezaban a celebrar la victoria. Horatio Nelson, barón del Nilo, libertador de Nápoles, alcanzado por un tirador francés encarmado en lo alto de una cofa y demasiado presumido como para renunciar a sus medallones y a su escarapela, y a su uniforme ostentoso, cuando se pone el frente del combate.


Detalle de 'Panorama de la batalla de Trafalgar" con Nelson camino de la enfermería.
Pintura de William Heath

El monedero de Nelson, el segundo cuento de Tierra adentro y otros cuentos de naufragios, cuenta cómo murió el almirante inglés, el héroe del mar, y lo que guardaba en los bolsillos. Los bolsillos, y lo que esconden, son importantes en los dos primeros cuentos del libro editado por LEER-e (véase El sastre del Titanic) y que también podéis descargar para Kindle en Amazon. En el caso de Nelson, son veintiún monedas, o quizá la sombra de los trece volcanes de la Isla de Nieves, el sol de Egipto, los miedos de su amante, Lady Hamilton, y los celos de su mujer, Frances Nisbet. No engaño a nadie, El monedero de Nelson es un cuento de amor, la batalla más grande de todas, donde casi siempre todos pierden.