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viernes, 26 de julio de 2013

Al Andalus

Uno de los vagones restaurante del tren Al Andalus. Foto FEVE

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 25 de julio de 2013

Imagínense un tren donde los vagones se llaman Gibralfaro, Alhambra o Medina Azahara. Un tren de cuatrocientos metros de largo, con restaurante, coche bar, salón de té y biblioteca, conexión a Internet gratuita, televisión a bordo y una selección de películas y documentales.

Un tren que hace ochenta años ya usaba la realeza británica para atravesar Francia cada verano desde el puerto de Calais a las playas de la Costa Azul y donde una estancia de seis días y cinco noches en alguna de sus treinta y dos suites -el pasaje máximo son sesenta y cuatro viajeros- cuesta tres mil quinietos euros.
 
Literistas, camareros, cocineros, técnicos de mantenimiento, vigilantes de seguridad, azafatas, maquinistas, guías acompañantes, guías locales y conductores de autorcar para trasladarles a los lugares de interés en cada parada les harán la estancia más fácil.
 
Imagínenselo. Se llama Al Andalus y es el orgullo de Renfe. Un capricho de la Belle Époque entroncado con los mejores ferrocarriles de la historia.
 
Y es un tren que da dinero. Un tren que ya recorrió Andalucía durante veinte años, que ha sido restaurado con una inversión de cuatro millones de euros para atraer a nuevos millonarios, a turistas amantes del lujo que puedan pagarlo, y que ahora está ampliando sus rutas por el norte de España para aumentar su rentabilidad.
 
Este verano se ha detenido en Ponferrada con periodistas de dieciocho nacionalidades en un viaje promocional, pero el próximo año lo hará con turistas de verdad y volveremos a admirarlo.
 
La locomotora 31 del tren minero, todavía en activo, en una imagen sin fechar
 
Y ahora imagínense una vía muerta. Una locomotora de vapor estacionada en un museo que ya no tira de ningún vagón, aunque también haya sido restaurada para que vuelva a hacerlo.
 
Imagínense un proyecto cogiendo polvo en un cajón porque cuesta demasiado dinero.
 
Imagínense que la excusa de la crisis lo tiene encerrado bajo siete llaves. Y quizá sólo lo quieran para desempolvarlo un poco y retener algunos votos cuando lleguen las siguientes elecciones. Como ya ha pasado.
 
Seguro que saben que existe una línea ferroviaria que ya no llega a Ponferrada y por donde sólo circula -casi hay que decir circulaban- vagones de carbón.
 
Seguro que saben que también existe un intercambiador donde ya no llegan los transportes de antracita que ha sufrido el expolio de los saqueadores de chatarra durante años.
 
Y no tienen que seguir imaginando nada. Esto no es ninguna adivinanza. Es el tren minero, el tren turístico minero, que languidece mientras nos llegan los ecos de lo que podría llegar a ser algún día si quien tiene que apostar por él se dedice a hacerlo.


 
Un artículo sobre trenes, tiene que llevar hoy, necesariamente, algo que nos recuerde lo que ha pasado con el Alvia descarrilado en Santiago de Compostela
 
 

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