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jueves, 4 de abril de 2013

Civilones


Una niña de dos años, besando a Civilón tras la corrida en
la Monumental de Barcelona en la que fue indultado

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 4 de abril de 2013

Civilón fue un toro manso, domesticado por una niña de siete años en una dehesa de Salamanca, e indultado por las mujeres en la antigua Monumental de Barcelona.

La niña que lo volvió dócil se llamaba Carmelita Cobaleda, era hija de un ganadero que criaba toros de lidia durante la Segunda República, y había tenido la ocurrencia de llamar al animal por su nombre después de que le curaran una herida. Ante la sopresa de los gañanes, que temían una embestida, el toro había levantado la cabeza, se había arrimado a la niña y se había dejado acariciar.

Civilón, con Carmelita Cobaleda

Civilón venía de una raza brava. Los Civilones de Salamanca reventaban caballos y derribaban a los piqueros. Eran toros temidos. Toros bravos. Toros criados para morir en la plaza. Y aún así, el fiero Civilón comenzó a jugar con Carmelita y con sus tres hermanos, y después con el pastor, y con cualquiera que se le acercara, hasta hacerse famoso en la prensa de la época como <el toro sociable>.

Cuando el ganadero Cobaleda lo vendió por 30.000 pesetas para que lo lidiaran en Barcelona, unas semanas antes del estallido de la Guerra Civil, la fama de Civilón llevó a miles de personas a pasarse por los corrales de la Monumental en los días previos a la corrida. Querían acariciarle y sacarse fotos con él.

El artista Florencio Cuairán hizo una escultura de Civilón en los corrales
de la Monumental, en los días previos a la corrida.

El toro sociable era tema de conversación en las terrazas de Las Ramblas y del Paralelo y el día de la lidia, la plaza se llenó de mujeres que pedían misericordia. Civilón salió en el quinto lugar. Le dieron un puyazo. Y con la sangre en la arena, las voces que pedían clemencia en el graderío aumentaron. El ganadero Cobaleda, que se encontraba en la barrera, lo llamó entonces por su nombre y Civilón acudió manso hacia el corral. Al presidente no le quedó más remedio que indultarle.
 
Una parte del público de la Monumental de Barcelona le pidió al matador que
debía  torear a Civilón, El Estudiante, que lo dejara vivir

Después estalló la guerra. Unos dicen que a Civilón lo hicieron filetes para alimentar a los milicianos. Otros, más románticos, que lo llevaron de vuelta a la dehesa con Carmelita. El caso es que se perdió su rastro y tres cuartos de siglo después, me cuentan esta historia. Y comprendo que todos los españoles tenemos desde hace año y medio algo de civilones. Ya nos han metido el primer puyazo. Pero la persona que puede indultarnos no se encuentra en la plaza.

Portada de la revista Estampa, con el artículo de
Javier Sánchez-Ocaña de julio de 1936

Y ESTE TEXTO, LEÍDO EN FÓRMULA HIT BIERZO.  
 

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