Buscar este blog

lunes, 17 de septiembre de 2012

Dentro de cuatro minutos

El tiempo en las manos. Del blog www.danyelon.wordpress.com
 
CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Jueves 16 de agosto de 2012
 
Tengo un reloj en el pasillo de mi casa. Alguno pensará que estoy obsesionado con el tiempo, siempre hablando de relojes. Me da igual. El tiempo es una invención del hombre y los relojes no miden nada. Quizá por eso, y porque nunca le he puesto pilas, el que tengo en mi casa nunca se había movido de las doce.
 
El reloj está colgado en la pared, como en las estaciones, y es lo primero que ven los invitados cuando cruzan la puerta, o los vecinos curiosos, o el cobrador del gas, el de la luz, el del frac... Miento. Nunca he tenido al cobrador del frac en la puerta de mi casa. Mientras no me falle la nómina, voy pagando mis deudas y tengo domiciliada la luz, el gas, la hipoteca, la letra del coche (no, esa ya la pagué), el crédito que pedí cuando compré las cortinas y cambié los armarios, y la comida del perro, no saben cómo traga.
 
Así que tengo mis cuentas en orden y el reloj de dos esferas que decora el pasillo de mi casa sin pilas. Y por eso, porque nunca ha medido nada, me asustó tanto lo que descubrí hace un rato. Yo salía del piso con las llaves en la mano y miré hacia el reloj. La esfera que se ve desde el interior del pasillo marcaba las doce, como siempre, y no le hice mucho caso, pero cuando estaba a punto de llamar al ascensor, recordé que había olvidado al perro y di la vuelta.
 
Giré la llave. Abrí la puerta. Y ante mí, la esfera que se encuentran los invitados, los vecinos curiosos y los cobradores de facturas sin domiciliar, no marcaba las doce. No. La aguja más grande, la de los minutos, se había movido y señalaba las doce menos cuatro minutos.
 
Me quedé pasmado. Sonó el teléfono. Eran del banco. Me querían ofrecer otro crédito para amueblar el baño. Les dije que no, claro. No encontré al perro en toda la casa y bajé a la calle a buscarlo. En el ascensor, una vecina hablaba con su marido de cambiar el coche. «Ya tiene seis años», le decía. En el portal, el mismo agente inmobiliario que me vendió el piso -yo le creía en el paro- le iba diciendo a un comprador que el ladrillo nunca baja. Y en el parque, después de cansarme de buscar al perro, me senté en un banco y leí el titular de un periódico en el quiosco. «Zapatero anuncia en el Congreso que congela las pensiones y baja el sueldo a los empleados públicos», ponía. «El presidente asegura que el recorte será gradual para no comprometer la recuperación económica». Y miré la fecha horrorizado: 12 de mayo de 2010.
 
Eso fue hace un rato. Ahora estoy sentado debajo del reloj, en el pasillo de mi casa. He movido a mano las agujas de la esfera que da a la puerta y marcan las doce y cuatro. Y estoy esperando a que suene el teléfono. O ladre el perro que me regalaron el año pasado. A ver si escampa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario