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jueves, 11 de agosto de 2011

Puerta y Zócalo


Acampada de sindicalistas en el Zócalo de Ciudad de México.
Domingo 7 de agosto de 2011 (Foto del que escribe. Se puede piratear)

CUARTO CRECIENTE
Diario de León. Martes 9 de agosto de 2011

Encontré la Puerta del Sol desangelada. Silenciosa. Irreal. Una plaza así, tan bulliciosa que podría ser el ombligo del mundo, no tiene sentido sin gente. Pero los autobuses urbanos no se detenían en las marquesinas. El metro pasaba de largo. Y sólo los residentes podían cruzarla como fantasmas para encerrarse en sus casas después de acreditarse.


Calle Preciados. Madrid, 3 de agosto de 2011. (Foto TANIA RAMONDE)

Encontré la Puerta del Sol secuestrada por un cordón policial. El mundo al revés. La policía protegía una plaza vacía de la gente. Una plaza donde ya no había indignados, sino indigentes acampados, según el argumento empleado por el Gobierno y el Ayuntamiento de Madrid para justificar el desalojo de los últimos irreductibles del Movimiento del 15-M, aprovechando que en el mes de agosto todo hace menos ruido en los periódicos. Y digo el mundo al revés porque la gente a la que impedían entrar en la plaza, reindignada por la actuación policial, no se resignaba a perder un símbolo de la protesta contra el poder de los mercados y de los políticos gobernados por los mercados y asediaba la Puerta del Sol en todas sus bocacalles. El resultado llegó a ser esperpéntico, con los indignados cortando la Gran Vía y la plaza de Callao, y trasladando sus asambleas a la plaza Mayor. Porque la calle, no lo olvidemos, es de todos, y en primer lugar de los que se quejan.



Mercado callejero en La Alameda. Ciudad de México.
Después del esperpento, cogí un avión. Volé en el vientre de una ballena, o eso me pareció, y aterricé en el ombligo de la luna, que así es como llaman a México. Visité mercados bulliciosos en las calles de la capital y en todas partes ví policías de uniforme azulado y chaleco antibalas, que por algo el país vive en una guerra no declarada contra el poder de los narcos.

Calle de Francisco Madero. Ciudad de México.
Y a la espera de ver la plaza de Las Tres Culturas, decidido a pisar el lugar donde un día de octubre de 1968, el Ejército y los paramilitares causaron una matanza entre los estudiantes indignados contra el Gobierno, descubro la acampada de un sindicato de la electricidad que apenas cuenta con apoyo popular, pero lleva cuatro meses en el Zócalo sin ser desalojada. Y es en ese momento cuando empiezo a pensar que la frase que André Bretón le dedicó a México -«el único país del mundo surrealista por instinto»- habría que usarla mejor con España, donde si seguimos perdiendo la calle como escenario de nuestras quejas, acabaremos perdiendo también nuestra democracia.

En la Plaza de las Tres Culturas,
al pie de la estela en memoria de las víctimas de 1968.
Viernes 19 de agosto de 2011.


UNA HISTORIA DE PLAZAS

La plaza de las Tres Culturas, la plaza de Tian'anmen, la plaza de Tahrir, la Puerta del Sol, el Zócalo. Los espacios abiertos son lugares para la libertad y para la protesta. Y a veces, también para los muertos.

La versión de esta columna que podéis leer en este blog tiene un ligero cambio respecto a la que apareció publicada en Diario de León. La plaza de Tlatelolco o las Tres Culturas no es el mismo lugar que la plaza de la Constitución, popularmente conocida como Zócalo porque hasta 1996 tuvo un basamento vacío donde iba a instalarse un gran conjunto escultórico que nunca se colocó. El texto impreso daba a entender, erróneamente, que sí.

En Tlatelolco, a pocos días del comienzo de los Juegos Olímpicos de 1968, pistoleros del batallón paramilitar Olimpia dispararon contra una multitud de estudiantes y provocaron a su vez que los soldados que vigilaban la protesta hicieran fuego contra la masa. Todavía hoy, se desconoce el número exacto y los nombres de todos los muertos. En México siempre señalaron al Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz como responsable de la masacre.

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