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jueves, 31 de marzo de 2011

Malas hierbas


Glicinia en flor en la Casa de los Escudos de Ponferrada.
Hoy Museo de la Radio (Foto http://www.esacademic.com/)

CUARTO CRECIENTE.
Diario de León. Martes 29 de marzo de 2011

La glicinia vino de Oriente y echó raíces a los pies de un caserón blasonado, en el casco antiguo de Ponferrada. Nadie sabe quién la trajo, qué viajero intrépido se encaprichó de ella en algún lugar remoto de Asia y recorrió miles de kilómetros con su semilla en un bolsillo para plantarla hace un siglo y medio en la zona más vieja de la ciudad, a la sombra del Castillo de los Templarios.

Su nombre significa Dulce Amistad y desde 1870 se ha ido enredando en la fachada de lo que hoy es el Museo de la Radio, tapando la piedra. Sus ramas han crecido de tal forma que han trepado hasta el tejado. Su tronco se ha ensanchado tanto que muchos confunden el arbusto con un árbol. Y los años han comenzando a pesarle demasiado, hasta el punto de que necesita un lugar donde apoyarse para no caer.

A la glicinia centenaria la sostienen unas andas. Y el espectáculo de luces y sonido que el pasado viernes organizó el Ayuntamiento de Ponferrada para presentarlas, poniéndole voz a la Dulce Amistad, demuestra que el viejo arbusto oriental se ha convertido en un emblema de la ciudad, más importante incluso que el caserón blasonado donde se enreda.

Sabiduría
Pero esa glicinia que ha sobrevivido durante siglo y medio en tierra extraña también es una metáfora. La de Oriente y Occidente; dos mundos dispares, muchas veces enfrentados, y que han vivido en demasiadas ocasiones dándose la espalda, se encuentran en sus ramas. En tierra de castaños y tejos, ha crecido una especie bastarda, que nos trae el eco de otros paisajes, de otra mentalidad, más contemplativa, y que una vez más nos vuelve a enseñar que la naturaleza siempre es más sabia que el hombre.

 Por eso no estaría de más, ahora que se acercan las elecciones y los candidatos a la alcaldía buscan nuevas amistades, presumen de saber escuchar a los ciudadanos y afilan su oratoria para encontrar las debilidades del rival, que todos ellos se dejaran caer por el viejo caserón alguna tarde, a ver si es verdad que la glicinia les dice algo.

Y si después de eso, todavía están dispuestos a morderse entre ellos y a morder en nuestros votos para morder después en el Ayuntamiento, que es la casa de todos, estaremos en condiciones de saber que no van a sembrar nada bueno. Que harán oídos sordos. Y que un puñado de malas hierbas está queriendo crecer a costa de nosotros.


Caricatura de FARO

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